viernes, 12 de agosto de 2011

El lobo, y luego... caperucita



Erase una vez que se era, en un pais lejano a la imaginación y cercano a nuestra realidad, un precioso y delicado cachorro recién salido de las entrañas de su prole, arrancado de su vida natal y como si un ser superior lo decidiese así, entre barrotes de metal se hallaba.
Viendo pues, cada día agonizante de su triste vida entre rejas, cómo hermanos, primos, su propia madre! se alejaban en el pasillo oscuro del fondo de la sala donde les tenian encerrados... para no volver a verles jamás.
Así pues, el pequeño lobo descubrió que si ponía empeño en el acto, podría caber entre los estrechos barrotes de metal que le aferraban a la tortura y la angustia de saber que él era el siguiente.
Como alma que lleva el diablo, el pequeño salió escopetado de esa maldita cárcel sin mirar atrás, escuchando los agónicos aullidos de su familia dejarlos atrás.
Tras años en el bosque, el lobito se hizo lobo... corpulento, asesino, sin piedad hacia el ser que le hizo esa aberración cuando era pequeño y que le marcó una cicatriz en el corazón de por vida.
Hasta que un día fortuito, vio caminar una dulce niña vestida de rojo y con una cestita, cantanto bajo los rayos del sol acompañado por el piar de los pájaros.
El lobo, hambriento, la siguió sigilosamente sin levantar sospechas hasta dar con el momento indicado para atacar, pero ésta se percato de que algo "malo" la andaba acechando y aligeró el paso hasta llegar a una humilde choza perdida en medio del bosque.
El lobo, al ver que la niñita se metía dentro decidio asomarse por la ventana por si la veía cuando de repente, le vino un olor muy familiar desde dentro de la casita.
Sin pensarselo dos veces derribo la puerta con ansias de saber qué era ese olor tan familar cuando subió por las escaleras y vio, a la niñita detras de una pobre anciana en una mecedora, asustadas las dos, y a su vez, encima de una alfombra de donde provenía el olor... Pues era la piel con la cabeza aun intacta, disecada, de la madre del lobito...

martes, 7 de junio de 2011


Antaño, hace mucho tiempo, cuando las luces estaban vivas y seducían tras danzas a seres ya extintos, husmeaba por las esquinas la oscuridad, un ente que no podía dejar de observar a tal maravillosas figuras bailar al son de las estrellas.
Tal era la obsesión de la oscuridad que se llegó a enamorar perdidamente de una de esas luces, las más bella, la más lúcida, la más clara, la más joven y radiante de todas.
Dicha luz un día se percató de la existencia de la oscuridad pues ésta fue descuidada y salió de su escondrijo un poco para poder verla mejor. Ésta se asustó...
Volviendo a su profundo escondite, la lucecita intrigada y confusa sintío algo nuevo... curiosidad y cariño, que la acompañaron hasta dar con la oscuridad.
Después de mucho buscar dió con ella, hecha un buñuelo, acurrucada en una esquina. La lucecita, sonriendo, tendió la mano a la oscuridad para que saliera a bailar con ella pero ésta negó rotundamente. -Me siento fea al lado tuya- dijo llorando...
-No seas tonta, eres hermosa por naturaleza, pero nunca has tenido luz para poder verte reflejada...-
Levantando la vista hacia ella vió lo hermosa que era la luz y la cogió de la mano tendida para salir... salir de esa esquina infernal que la habia atrapado milenios.
Así pues, bailaron juntas sin cesar en un beso eterno, flotando hasta el fin de los tiempos...
Y hoy en día, aun se las puede ver bailando juntas en el cielo, por las noches...